“La Gula Exótica” se llama el restaurante en que la vi por vez primera; acudía a ese lugar con cierta frecuencia para contemplar la inmensidad del océano y el azul intenso en que se convertía en el atardecer, además por que desde ahí la puesta del sol era un espectáculo único y las fumaradas de un cigarro eran asunto del viento. Estaba en ese trance que te provoca el observar con detenimiento, cuando! de repente mis ojos se toparon con una silueta de figura estilizada, era la silueta de un mujer hermosa vestida de color azul, todo en ella era perfecto, el tono de su piel, el movimiento de su cuerpo al caminar, el volumen de sus caderas, eran muy cercanos a la perfección, aunque, debo confesar con toda honestidad que al principio, no le di importancia, sin embargo, al observar con más detenimiento nuestras miradas se cruzaron y ambos quedamos extasiados de esa forma especial que trastoca tus sentidos.
Así sin mediar palabra nos levantamos como hipnotizados para detenernos en medio del recinto con las mirada fija para no perder detalles, no hubo preámbulo, porque ambos entendimos que eso era un asunto secundario, solo nos fundimos en un beso interminable de eso que te sacuden la entrañas, así permanecimos no se por cuanto tiempo, solo puedo decir que las horas transcurrieron y la noche nos cubrió con su manto, que es terreno fértil para los enamorados; y la brisa con olor a sal trajo dulces susurros, que invitaba al derroche del amor.
Cuando cerraron el lugar, salimos al exterior la brisa fresca acaricio nuestra piel, tomados de la mano contemplamos el cielo y caminamos descalzos por la playa la arena suave y cálida nos hizo estremecer al contacto con la planta de nuestros pies , porque a ambos nos produjo una sensación de excitación e infinito placer, así, entre besos prolongados y susurros llegamos a una habitación, en donde dimos rienda suelta a los instintos y la razón ya no tuvo más que hacer; desde que se abrió la puerta fueron cayendo prendas, y aquello se asemejaba un campo de batalla, y bebimos de el elixir del placer como dos náufragos, después de un tiempo en alta mar...
Y así nos poseímos desde el sofá hasta la cama, entre suspiros y gemidos de placer, que inundaron el ambiente con un olor a virilidad y dulzura femenina, que cosa más inicua mira que hacer el amor de esa manera es inusual, desde la crepúsculo hasta el amanecer, fueros tantos los orgasmos, en una entrega mas allá de toda duda, que cuando al fin despertamos del letargo, por fin pude articular una palabra, le pregunte su nombre y entre suspiros me susurro al oído “Azul como el color del mar”
Así sin mediar palabra nos levantamos como hipnotizados para detenernos en medio del recinto con las mirada fija para no perder detalles, no hubo preámbulo, porque ambos entendimos que eso era un asunto secundario, solo nos fundimos en un beso interminable de eso que te sacuden la entrañas, así permanecimos no se por cuanto tiempo, solo puedo decir que las horas transcurrieron y la noche nos cubrió con su manto, que es terreno fértil para los enamorados; y la brisa con olor a sal trajo dulces susurros, que invitaba al derroche del amor.
Cuando cerraron el lugar, salimos al exterior la brisa fresca acaricio nuestra piel, tomados de la mano contemplamos el cielo y caminamos descalzos por la playa la arena suave y cálida nos hizo estremecer al contacto con la planta de nuestros pies , porque a ambos nos produjo una sensación de excitación e infinito placer, así, entre besos prolongados y susurros llegamos a una habitación, en donde dimos rienda suelta a los instintos y la razón ya no tuvo más que hacer; desde que se abrió la puerta fueron cayendo prendas, y aquello se asemejaba un campo de batalla, y bebimos de el elixir del placer como dos náufragos, después de un tiempo en alta mar...
Y así nos poseímos desde el sofá hasta la cama, entre suspiros y gemidos de placer, que inundaron el ambiente con un olor a virilidad y dulzura femenina, que cosa más inicua mira que hacer el amor de esa manera es inusual, desde la crepúsculo hasta el amanecer, fueros tantos los orgasmos, en una entrega mas allá de toda duda, que cuando al fin despertamos del letargo, por fin pude articular una palabra, le pregunte su nombre y entre suspiros me susurro al oído “Azul como el color del mar”
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